jueves, 20 de noviembre de 2014

La furia y la tristeza

   A un estanque mágico llegaron una vez a bañarse haciéndose mutua compañía la tristeza y la furia.

   Llegaron junto al agua, se sacaron las ropas, y desnudas entraron a bañarse.

   La furia, apurada, como siempre, inquieta sin saber por qué, se bañó y rápidamente salió del estanque. Pero como la furia es casi ciega, se puso la primera ropa que manoteó, que no era la suya, sino de la tristeza. Vestida de tristeza, la furia se fue como si nada pasara.

   La tristeza, tranquila y serena, tomándose el tiempo del tiempo, como si no tuviera ningún apuro, porque nunca lo tiene, mansamente se quedó en el agua bañándose mucho rato y cuando terminó, quizás aburrida del agua, salió y se dio cuenta de que no estaba su ropa.

   Si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que para no estar así, al descubierto, se puso la única ropa que había, la ropa de la furia. Y así vestida de furia, siguió su camino.

   Cuentan que a veces, cuando uno ve al otro furioso, cruel, despiadado y ciego de ira, parece que estuviera enojado, pero si uno se fija con cuidado se da cuenta de que la furia es un disfraz y que detrás de esa furia salvaje se esconde en realidad la tristeza.



El camino de las lágrimas, Jorge Bucay